Me acababan de robar el sueldo completo de un mes de la radio del apartamento.
Me abrigué y me fui a caminar por las calles del centro.
No demoré en llegar a la explanada de la intendencia, me senté justo frente a la pizzería y seguí llorando.
Tres jóvenes se acercaban trayendo cuatro botellas chiquitas de coca cola.
Me dijeron que no me pusiera triste, que tomara y comiera con ellos.
Al rato confesaron que ellos trabajaban dentro de los conejitos de duracell.
lunes, junio 22, 2009
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